Te miro.
En las ventanas de mi alma te asomas; no puedo extrañarte más.
Tu vida sigue avanzando, mientras que la mía va empeorando.
Me duele mirarte y pensar que ya no eres parte de mí,
a pesar de haber sido yo el asesino de nuestro amor.
No paro de volver a preguntarme qué hubiera pasado
si esa vez no te hubiera abandonado.
Tal vez este sea mi castigo: extrañarte hasta unas millas más
y ver cómo tú pudiste irte sin más.
Las lágrimas caen y las puertas se cierran bruscamente;
ya no hay vuelta atrás.
Y aun así, donde mire, siempre te encontraré:
en un tal vez sí, en el pasado,
en un lugar encerrado, mirándome con tus ojos apasionados.