La última pregunta aparece
Y aparecerá siempre después
De consumirse la
Aceptación
Del olvido.
La Guerra, todas las guerras, como acto grotesco de dolor inhumano no es sino constatación de un fracaso del Hombre, de nosotros los presentes en este planeta que pasado tanto tiempo aún no hemos aprendido ni hemos superado nuestras carencias. En toda guerra sólo hay un ganador, con sus intereses a los que representa a la vez de que somos muchos los perdedores y éstos son todos los que están en ella, allí; y así, también, los somos los que estamos aquí sentados en el sofás ejerciendo de mercenarios pasivos.
Nos equivocamos cuando creemos que la ausencia de guerras significa necesariamente un estado de paz: no es así. Tampoco la paz continua es y significa ausencia de guerras. Las batallas que nos quedan por ganar son las de las comunicaciones, así como la comprensión entre los seres humanos, así como que la guerra más importante que hemos perdido siempre y todos, es la de la conciencia colectiva.
Entiendo a ésos que quieren una cierta paz, un cierto estado de no conflicto social. Entiendo a esos “pacifistas”, principalmente a los militares que, una vez que han logrado esa paz interesada y exigida por las armas y a base de matar, de destruir, de humillar, de someter a los que caen en las garras de los vencedores (como ahora Israel sobre Palestina con la colaboración y el silencio de todos los gobiernos fascistas de esta “democrática” Europa), piden y reivindiquen, grotescamente, la paz: La paz de los que matan y someten.
Comulgo plenamente con las palabras de un poema de Wat Whitman que encuentro en el libro de poemas de Domingo Velázquez “Los caminos” y que dice:
…Bello es que la guerra,
todas sus hazañas
y hecatombes
se esfumen en el
tiempo.