Dormido el hombre camina,
zombificado en su orgullo,
se encierra en vano murmullo
que su propia voz domina.
La palabra se destina,
es relámpago y espada,
rompe la cárcel cerrada,
sacude el alma perdida.
Cuando el racismo encasilla,
cuando el desprecio condena,
ella ilumina la pena,
y quiebra su vieja astilla.
Es semilla luminosa,
que germina en conciencia,
trae otra vez la presencia
de la verdad más preciosa.
La palabra nos rescata,
despierta sueños dormidos,
vuelve vivos los sentidos,
cura heridas y desata.
Es farol que nunca mata,
camino en noche callada,
donde la fe desgastada
se renueva y se dilata.
Quien la teme se confunde,
quien la niega se disfraza,
mas su filo siempre abraza
y en la mentira se hunde.
La palabra se difunde,
torna en canto la agonía,
y al que en sombra se perdió
nuevo horizonte le inunde.