Un cuervo espera en la puerta
Leonardo Gutiérrez Berdejo
Viajará, ya lo decidió…, no hay marcha atrás.
Convencida de los colores de las plumas que el cuervo pintó y dejó en su ventana.
Cree que las monedas rebasarán su cartera arañada por el tiempo.
La mesa con el olor a cedro quedará en el patio
donde las gallinas y los pavos trazan arcos de esperanza en el suelo que la llovizna empapó.
La cerca de estacas enmohecidas se derrumba, las estacas no dan más;
por el peso de los años, las tejas de la cabaña dejan pasar la lluvia
y lava los pisos de su alcoba;
el naranjo del vecino tiende manojos de azahares alrededor del jardín;
el perro macilento descansa cerca de la alberca con el sol anudado sobre su lomo.
En la nevera, los tomates y los duraznos eternizan con el frío;
las verduras, en cambio, se achilan y ennegrecen;
en el cofre escasean brazaletes, argollas y collares;
pero en el mecedor de la sala la madre duerme el sueño de cada día;
sueña con monedas que tintinean en los bolsillos de la falda
pero ignora los afanes que el cuervo dejó en la ventana donde duerme su hija.
Ella viajará obstinada con los colores de Madrid, París, Roma, Berlín y Viena;
quizás, Tokio también.
Otro rapaz, de garras afiladas y nacaradas; la esperará;
es astuto y habla palabras complacidas,
no mencionará el Puente de Vallecas, Les Halles, Gare du Nord, ni tampoco Termini, ni Trastevere;
dibujará los trazos hermosos de las otras calles atiborradas de colores y riqueza,
posan en su cabeza llevará trenzas de color azul y rojo. Es la señal.
Paseará por esas calles, tomará vino acompañada;
desconocidos alabarán su belleza morena de los montes de acá.
Sus muslos firmes igual que sus pechos y sus caderas sonreirán con la dulzura de la caña;
tal vez, con la de la piña de las agrestes montañas.
El pasaporte con el sello de la visa llegó por el correo de la mañana.
No sabe cómo. Tampoco importa. Viajará.
El rapaz la acechará noche y día;
le pedirá plantarse vestida de falda corta en las aceras de las avenidas
por donde pasan raudos los autos último modelo;
ella sonreirá a hombres cargados de droga y de sexo. La examinarán
como a todas aquellas que llegan con el bolso repleto de las ilusiones desde acá;
Tal vez, subirá en el auto último modelo,
la falda subirá más allá de las rodillas;
la alzará un poco más cuando el hombre hable de euros.
Está dispuesta, pero con los ojos a punto de llorar;
el sonido estridente de la música apaga su llanto;
los fantasmas duermen en el closet atiborrados de penas;
ellos apenas se deslizan por entre sus piernas firmes;
el rapaz le exigirá el importe de lo que cobró;
el traje de la boda quedó esperando junto a las zapatillas;
el naranjo del vecino cubre de azahares el jardín;
el perro macilento todavía descansa cerca de la alberca con el sol anudado sobre su lomo;
la madre duerme el sueño de cada día;
está a la espera de la llamada con lágrimas en los ojos;
pero en la puerta,
el cuervo espera la paga por lo que pintó y dejó en la ventana mientras ella dormía.