Trazaste en mí
líneas invisibles que se cruzan
en el punto exacto donde tu recuerdo arde.
Fuiste el ángulo agudo
que atravesó mi calma,
la curva perfecta
donde mi alma quiso reposar.
Entre nosotros
hubo distancias que no supimos medir,
vectores de deseo
que apuntaban siempre hacia el mismo centro:
tus brazos.
Te busqué en círculos,
me perdí en espirales,
y en cada figura imperfecta
descubrí que el anhelo
no entiende de simetrías.
Ahora soy polígono roto,
fragmento de un mapa que solo tú conoces,
y aún así,
mi corazón sigue dibujando en el aire
la geometría imposible
de encontrarte otra vez.