¿Qué es, sino carmesí encendido
en arroyos secos,
a las faldas, detrás
de aquella vetusta iglesia abandonada,
techada por la gema azul
allá en la cima?
Bestias huyen por aquí y por allá,
aves emplumadas vuelan,
retratan giroscopios,
tintadas de tierno miosotis.
¿Serán azulejos? —se pregunta—
mientras limpia el sudor de su frente
con un pañuelo.
El obrero llora
por habitar este vertedero sin salida.
Escapar…
verbo esplendoroso, idealista,
que choca contra su verdadero lugar:
sustantivo real.
No sirve escapar;
la sombra acechante, llamada hambre,
lo persigue,
impidiendo abandonar el inframundo.
Sus ojos verdes se tornan fuego,
sus llagas escupen llamas,
sus dientes saltan de su mandíbula,
esbozando un alegre gesto.
Se tira al suelo
y finalmente logra
sellar su huida
y saciar eternamente su hambre.