Anoche, me encontré caminando bajo tu luz, luna, y sentí que eras un espejo de mis silencios. Te hablé de mis miedos, de los sueños que guardo en cajones, de los amores que se escaparon entre mis dedos. Me escuchaste sin juzgar, como siempre lo haces, y tus rayos suaves dibujaron un abrazo sobre mi sombra. Te conté mis secretos más simples, los que ni siquiera yo entiendo del todo, y tú me respondiste con un destello que parecía decirme: “no estás sola en la oscuridad, porque yo también vigilo tus noches”. Y allí, en medio de la calle vacía y el susurro del viento, sentí que conversar contigo era como hablar con un viejo amigo que conoce mi alma mejor que yo misma...