Frente al espejo, una mujer encorvada observa
ojos apagados, rígidos,
en silencio, sin expresión.
Tantos años de vacío,
han moldeado su gesto en piedra.
aquellas \"dulzuras\",
cicatrices invisibles,
la soledad que nunca cedió.
Mientras un gato roza sus piernas,
le arranca un instante del presente,
como si recordara que aún respira.
Ella contempla ese rostro extraño,
ese cuerpo cansado…
y, de pronto, lo entiende:
la desconocida del espejo
en lágrimas sin aviso y temblor aparente en sus manos...
Soy yo.