Todas las mañanas,
Un hombre de 90 años,
En su motillo eléctrica,
Recorriendo desde su casa,
Hasta la terraza de un bar,
Con su sombrero,
Su cojín de croché,
Y su purillo,
Que disfruta,
Sentado en una mesa,
Acompañado de su café,
Y en compañía,
De muchos amigos.
Contando historias,
De antiguamente,
Cuando era crío,
Que nos deja,
Con la boca abierta.
Cuando a casa,
Se vuelve,
Tan contento se ve,
Con su motillo,
Señalando con la mano,
La dirección a tomar,
Cuando a su casa llega,
Cuida a su mujer,
Que enferma está,
También,
Y él, no se rinde,
Porque la quiere,
Aunque poco pueda hacer,
Ayuda tiene,
De sus familiares,
haciendo lo que pueden,
Un hombre bueno,
Con su cabeza amueblada,
Honesto,
Y con la verdad por delante,
No toma pastillas,
Envidia le tengo,
Igualmente,
Como él,
Quiero llegar.
Mientras lo vea,
Alegría da,
Ver como disfruta,
Y como celebra,
Qué, está vivo,
Ya que almuerza,
A las 07:00,
Todos los días.
Es una persona,
Especial y única.