Mis ojos ciegos lloran una vez más,
ya no pueden ver
y extrañan la imagen de tu risa:
cuando recibías un regalo,
un cumplido,
un beso.
Lloran sin poder llorar,
porque la imagen ahora es delirio,
uno tan real
que duele culparse por tenerlo.
Quieren volverte a ver.
Memorizaron cada peca de tu rostro,
y ahora vagos, sin propósito,
las evocan cada noche.
Tal vez siempre fue deseo,
una fantasía,
pero tan real era esta utopía
que se niegan a creer su final.
No te olvidarán,
aunque recuerden furia y rencor
en cualquier tarde de abril.
Te aman y veneran irracionalmente.
Hoy lo comprendo:
están sesgados por mí,
porque las imágenes de ti
nunca saldrán de allí.