Tu boca es miel que arde en mi costado,
dulce tormenta en labios encendidos,
y en cada beso, pétalos perdidos
despiertan mi jardín enamorado.
Rosas de fuego brotan del pecado,
susurros rojos, húmedos, prohibidos,
y entre sus hojas, cuerpos confundidos
se buscan como el vino derramado.
Tu piel, altar de incienso y de locura,
mi alma, abeja presa en tu dulzura,
y el tiempo se disuelve en tu mirada.
Oh pasión, flor que nunca se marchita,
mi corazón te nombra y te recita
como un poema escrito en la alborada.
Annabeth Aparicio de León
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