La Hechicera de las Letras

La lógica se vende cual ramera.

La lógica se vende cual ramera.

 

El dictamen surge en miradas frías,
cada vestigio oculta una sentencia;
la ansiedad cree librarse por días,
pero su razonar dicta violencia,
la conciencia farsante ya desnuda
mata el juicio con una risa muda.

 

 

Las fichas de otros invaden la mente,
rotulados por un hilo invisible;
el trato justo parece aparente,
la elección se hace casi imperceptible;
la ingenuidad no cura la mentira,
la verdad golpea donde conspira.

 

 

El odio brota bajo piel y nombre,
margina, hiere con reglas feroces;
el color dicta el estigma de un hombre,
las lenguas matan en manos atroces;
la autoridad calla ante tal afrenta,
cae el juicio donde el mal se sustenta.

 

 

El orgullo habla de justicia pura,
mientras el hábito juzga en secreto;
cada mímica oculta su censura,
y los prejuicios guían su decreto;
la inocencia es solo un teatro muerto,
y el tedio ruge con un viento incierto.

 

 

Palabras se aferran a tonterías,
en bromas, noticias, cuentos ajenos;
el sentimiento gira en fantasías,
sin notar los daños que son obscenos,
la mente, orgullosa, finge ignorancia,
el necio falla en sutil arrogancia.

 

 

La empatía se traga su alimento,
y el corazón ignora la evidencia;
cada decisión tiñe el pensamiento,
se cree limpia, pero es penitencia;
la mente calla, creyéndose entera,
la venganza revela su manera.

 

El prisma infecta la conciencia dura,
no hay escapatoria para la mentira;
el desvío interno marca su anchura,
y desarma al justo en su propia lira;
la clemencia no existe en esta escena,
fallida perversión con fuerza plena.

 

 

El sesgo es la trampa de la ramera
en la lógica se embadurna de oro.
La balanza en su vicio se atrinchera
y aplaude la mentira sin decoro
el juicio renguea, nadie lo erige,
la razón, al vil interés, se aflige.

 


La Hechicera de las Letras.