Somos el irrefutable reflejo de lo que creemos,
la innegable reacción de nuestros pensamientos,
la contestación a los conflictos internos…
a los miedos más reservados…
a las dudas menos expuestas…
a ese caos disimulado que llevamos en silencio.
Somos la soledad manifiesta de nuestros renunciamientos,
la batalla diaria entre lo lógico y lo imaginario,
los dos extremos… entre paciencia e intolerancia,
la dualidad entre la oscura presencia de lo esquivo…
y la espontanea iluminación de lo inesperado.
Somos un conflicto generalizado…
que puede tener un instante de cordura…
en donde todo se resuelve…
con la aplicación de la teoría de lo simple.
Existimos a la deriva…casi siempre…
bordeando los abismos,
con irresponsabilidades expuestas,
recorriendo largas distancias…
sin darnos cuenta que la meta estaba ahí a nuestro costado,
esperando que despertemos de la inútil experiencia de lo filosófico.
Nos enredamos en donde todo estaba claro,
nos complicamos porque nos creernos importantes…
sin percatarnos que la solución siempre es coherente…
y no necesita de aderezos ni lisonjas.
Despertamos algo tarde, si, algunos con fortuna,
mientras otros prefieren la torpeza de su arrogancia,
ostentando su peor virtud…
su suficiencia con tufo a ignorancia.
Pero así somos…casi todos,
perdidos en la vanidad de suponernos exitosos…
sin ver más allá de la petulancia.
Me miro al espejo y veo un tipo elemental…
que tuvo un solo acierto…
ver la acritud de la realidad,
la claridad de reconocer a un solo Gran Poder Universal,
que no necesita la aceptación del vulgo,
y que solo existe en el corazón de los justos,
entre los humildes y mansos de buen corazón.