Alzan su voz legiones sin memoria,
gente pomposa, hueca, sin destino,
pretenden coronarse en su camino
sin sangre, sin sudor ni vieja gloria.
No entienden del oficio ni la historia,
se inflan de ruido vano y repentino,
mas todo su fulgor será mezquino,
pues cae ligero aquello sin victoria.
Nadie los quiere aquí, son visitantes,
apenas sombra frágil, aire impuro,
palabras sin raíz, ecos errantes.
Nosotros, la escuela, en su muro duro,
les damos su lugar: pobres farsantes,
y al fin caerán, que el tiempo es juez seguro.