Haría de mi sangre tu vino, de mi carne tu pan.
De mis gemidos, sacramentos; los suspiros robados se volverían un “amén” eterno.
Mi cuerpo sería catedral de tu libido, y mis plegarias, promesas nacidas del fruto de mis deseos.
Oh amado, ruego porque hundas tus dedos en el agua santificada.
Benditos sean tus labios, bautizado sea tu cuerpo, y entregado quedes a tu templo.
Que tus pecados sean grabados en el testamento de mi cuerpo.