La tarde cayó sin nombre,
y yo seguí tu señal.
Te esperé junto a la ausencia,
sin saber si eras real.
Se borraron tus pisadas
en el polvo de la siesta,
dejaste olor a retama
y un temblor en la arboleda.
Giramos sin melodía,
sin luna que nos mirara,
solo el perfume del aire
y mi sombra en tu mirada.
Caminabas entre gente,
pero nadie te llamó;
yo seguía tu fragancia
como un río sin control.
En mi cuarto quedó el rastro,
flotando como oración;
se escondió dentro del aire
y aún me niega un adiós