Sin reclamar al viento
la voz que nunca escuchaste,
sin mendigar estrellas
que no supieron brillarme.
Ligero de promesas rotas,
cansado de sostener
puentes que solo yo cruzaba.
Con la certeza amarga
de que el amor no se suplica,
de que quedarse
es otra forma de morir despacio.
Y en mi partida
hubo silencio,
pero también libertad, y así, con la certeza de quien nada espera, me fui