El cielo de Fresnillo es a veces un algodón de azúcar,
que no se disuelve y permanece en la memoria.
Allí, las nubes son ecos de otras galaxias,
ninfas de terciopelo cantando en un bosque místico y surreal.
No dudo que de ese cielo provengan los milagros y que la mirada, lenta, revele algún secreto del Universo.