Elaborando los puentes
de la comunicación esencial,
que en estos días
están formados por lágrimas
y largos silencios;
Lágrimas
que se han vuelto habituales
en mis sencillas miradas,
y silencios
que están adiestrando mi voz
para afinar estos mensajes
extraviados
en la corteza cerebral
de mis miedos metafísicos.
Mensajes
orientados al norte magnético,
donde no encuentro
las claves de la poesía;
El porvenir,
sin destino,
me arrastra a los paisajes
enfermos
de la realidad pura,
Y ese sol invernal
se apaga en mis ojos,
dejando caer
una noche definitiva.
Tomo las notas
de un mundo que está enfrente,
esperando que le abra la puerta
y les tienda puentes
hacia una poesía
que me toca el alma,
mordiendo los sentidos de mi voz
cada vez que asilo los espacios
y duermo el tiempo
en mi renglón…
Mi corazón,
extraviado de seguridades,
se debate entre el tiempo,
el destino
y la muerte,
telón de fondo
de una mirada
que inflama los iris
y quema las ansias
en un sol menor.
Las metáforas huyen de mí,
predeterminadas
por los accesos y decesos de los verbos,
que, encantados
de una música
que vuela
entre los lamentos
de mis sienes,
van subiendo los silabarios
para reencontrarse con las frases
que nacen
en los caminos pedregosos
de los versos
destinados al anonimato.
Las rutas de la soledad,
donde deambulo,
empobrecido por el frío
y los senderos de la tarde,
que continuamente
van sembrando muertos
en las esperanzas pérdidas
de la muerte.