No es el frío,
su palidez escarlata
me consume distinto…
no, no es el frío de la mañana,
ese que se cuela por la ventana,
aquel que me descubre en la cama.
No, no es el frío,
el del rocío azulado,
entrelazado con el canto del pasado,
no es el frío que me muerde en el cuello,
que desgarra mi piel,
que reclama mis entrañas…
no, no es frío… pero tampoco me dice lo que ve.