Hay instantes que no mueren,
aunque el tiempo los cubra de silencio.
Hay memorias que laten,
como luciérnagas encendidas
en la penumbra del corazón.
Somos pedazos de cielo,
fragmentos de eternidad
jugando a ser mortales.
Y aun así, cuando el viento nos nombra,
parece que todo vuelve a empezar.
He visto la noche llorar de belleza
cuando la luna acaricia el mar,
y he sentido que el alma se expande
cuando un recuerdo susurra tu nombre
sin que yo lo llame.
Porque hay amores que no caben en el tiempo,
sueños que no saben morir,
y latidos que, aunque duela el silencio,
siguen encontrando la forma
de hablarnos bajito.
Y ahí entiendo…
que todo lo que somos,
todo lo que seremos,
cabe en un instante eterno
donde el alma recuerda
que alguna vez fue infinita.