Cuando joven fue muy grande
y ya vieja fue pequeña
pues lloraba sin alarde
y su lágrima era lenta.
Y después de cada tarde
la mataba más la hoguera
que se hacía inseparable
como el paso con su estela.
Y moría poco a poco
en aquel lugar oscuro
con su llanto sin enojo
y luciendo su tributo
dando vida a muchos ojos
que miraban sus asuntos.