Ashley Masiel

Esa noche en Cartagena

Bajo la luz amarilla de los faroles de Cartagena, lo vi y todo se detuvo. Su risa cortó el murmullo de la calle, y en un instante su mirada me atravesó. No hubo palabras, solo un reconocimiento silencioso, como si nos hubiéramos encontrado en otra vida. Fue un amor de esos que existían antes, rápido, intenso, imposible de olvidar, que se prende en la memoria como el aroma del mar en la noche.

La brisa salada nos envolvía, mezclando el perfume del puerto con el de su piel. Cada paso sobre los adoquines resonaba como un latido compartido, y las sombras de los balcones nos cubrían como un secreto antiguo. Sus ojos guardaban historias que nunca dijo, y mi corazón entendió cada una sin necesidad de palabra. Esa noche, Cartagena dejó de ser ciudad y se convirtió en un refugio donde el tiempo se olvidó de nosotros, y un amor imposible de siglos atrás nos alcanzó en un instante.