No sé qué me haces, pero me descontrolas
Te pienso… y me enciendo.
No desde el deseo fácil,
sino desde ese punto exacto en el que el cuerpo y el alma
no saben si quererte con ternura o con locura.
Y entonces te quiero con todo.
Mi mente va más rápido que mis manos,
y mis manos quieren encontrarte como si tu piel tuviera respuestas.
Como si tocándote pudiera comprender por qué me estás cambiando la sangre.
No sé qué me haces.
Con solo una mirada tuya, algo se revuelve dentro de mí.
Una mezcla extraña entre necesidad, hambre y cariño.
Y no lo puedo controlar.
No quiero ser decente contigo.
Quiero ser real.
Quiero que sepas que me gustas en todos los sentidos posibles.
Me gustas como para desvestir tu alma…
pero también para arrancarte la ropa.
Me gustas para quedarme a hablar contigo después del sexo,
para reírnos enredados,
para sudar juntos no solo por el calor…
sino por lo que provocamos.
---
Hay noches en que solo con pensarte,
me cuesta respirar.
Y no exagero.
Tus labios me arrastran en mi mente
como si fueran promesas que aún no cumplo.
Tu cuello, tus gestos,
esa forma de morderte los labios cuando piensas…
todo eso me mata.
Pero no quiero solo tu cuerpo.
Quiero todo lo que se despierta en ti cuando estás a punto de explotar de placer y de amor a la vez.
---
Te deseo.
Sí. Te deseo.
Y no quiero disfrazarlo con metáforas bonitas.
Te quiero con lengua, con manos, con piel,
pero también con esa parte mía que se rinde ante lo que eres.
Te quiero jadeando, pero también riendo.
Temblando, pero también suspirando después.
Y quiero volver a empezar cada vez, como si fuera la primera.
Porque lo nuestro no es solo carnal.
Es eléctrico.
Es hormonal.
Es adictivo.
Y no,
no me quiero curar.
—Tu desastre hormonal… que te ama con cuerpo, alma y deseo. Yosthin RD