Sebastián Joel

Partir el pan

Supe que sería mi amigo cuando no compré pan como de costumbre.

Más en la libertad de su mente, que no cubre rencor, maldad o rechazo, decidió confiar. Omitió el hambre y se acercó a mis brazos.

 

Yo le acaricié el lomo y él me acarició el alma. ¿Será que mi hambre era mayor que la suya? No sabría decirte qué es, solo que con dolor debía contarle que no puede ir conmigo.

 

Sin embargo, le pido que me espere. Sacaré el último billete que me queda y regreso por el pan: uno para ti, y dos para mí. Una sonrisa para ti, y un lengüetazo para mí.

 

Lo miré irse lentamente con su marraqueta en el hocico.

Él no me miró a mí, mientras regresaba con mi parte en la mano. Pero cada uno fue feliz con lo que su corazón y estómago necesitaba.