🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

Balada para Emelina

 

Balada para Emelina

Sé, sé que no eres misma, que has cambiado de plano
como el día fulgente que nos dimos la mano;
que ya tienes a otro hombre, cuyo niño inocente,
el que solo al mirarte, te da un beso en la frente.
Y que yo, no te escribo, ya quité así cual presa,
me cansé de rogarte, puse todo en la mesa.

Reviví a ese muchacho con idea distinta,
porque poco a poquito, descubrí que tal cinta
no era más que un teatro para hacerme infeliz.
Por lo tanto, no lloro, sin embargo, el desliz
se quedó entrometido, taladrando el dolor,
pero solo te digo: soy un niño, mi amor.
Y que yo, no te escribo, ya quité así cual presa,
me cansé de rogarte, puse todo en la mesa.

Soy el niño que ahora ya no llora por ti,
desde el día funesto, cuando todo perdí;
así voy caminando sobre el tiempo y escribo,
que quererte fue inútil, que olvidarte es motivo.
Tus amigos y amigas me preguntan, ¿qué pasa?
Pero yo, les explico, vivo solo en la casa
con la idea entre el alma, que no dejo perder:
no hay traición más amarga, que la de una mujer.
Y que yo, no te escribo, ya quité así cual presa,
me cansé de rogarte, puse todo en la mesa.

Y también les comento que tendrás un castigo,
que aunque duermas con otro, soñarás tú conmigo;
y será lo más triste que a ti te haya pasado
cuando sola despiertes, sin que esté yo a tu lado.
Llorarás cuando sepas y dirás, ¡qué cobarde!
Pero yo te recuerdo, que será ya muy tarde.
Será eterno tu llanto cuando sientas mi ausencia,
y dirás consternada, pero, ¡qué diferencia!
Aunque quieras mirarme, no estaré yo jamás;
porque ya es suficiente, me has dejado al compás
de las lágrimas siempre. Ya no habrá quien te admire
tan así como yo hice, mientras todo respire.
Y después, no me culpes, solo piensa qué has hecho
cuando quieras borrarme, mas persista en tu pecho
y te invada la mente con momentos de antaño,
solo entonces sabrás el porqué tanto daño.
Y que yo, no te escribo, ya quité así cual presa,
me cansé de rogarte, puse todo en la mesa.

Y pensar, que en tus ojos, se ve justo y preciso
el portal de la gloria del jovial paraíso,
pero nada detiene que me ignoras constante
y que, pasas y pasas con tu nuevo almirante,
y que, al verme, sonríes, le das besos, lo abrazas,
mascullando, mi niño, solo tú no rechazas
lo bonito y brillante que está en frente y abierto;
solo tú me demuestras que estoy viva y no he muerto,
porque Dios te ha mandado como un ángel, mi vida.
Te prometo que nunca pues habrá despedida
y seremos felices. Y hasta cantas con él.
Lo presumes en fotos, le aseguras ser fiel,
pero ahí te lo dejo; no es reclamo ni nada,
solo espero que escuches esta humilde balada.
Y que yo, no te escribo, ya quité así cual presa,
me cansé de rogarte, puse todo en la mesa.

                             Samuel Dixon