Un día mis manos frías,
dejaran la angustia de la noche,
para convertirse en manos infinitas,
que palpen alegrías,
que transformen los sueños,
hasta hacer confluir en su tacto,
la fuerza inagotable de un beso blanco,
de mar y de río,
de tierra y de bosque,
de cielo y de espacio.
Un día, abrazaran las pupilas a mis manos,
para vencer las profundas soledades,
despertando con el roce,
la inocente voz de la aurora,
posando la esperanza,
en el génesis de una gaviota,
para que sus alas se tiendan inmaculadas,
sobre la ineludible levedad del ser.
Un día seré mar sin causes,
vida sin muerte,
pupila sin crepúsculo,
sombra sin abismo,
memoria sin tristeza.
Un día seré amor.
Seré ilusión.
Seré nostalgia.
Dormiré en su seno sin censura,
y cantaré por los aires su esperanza.