Tu melena es esa arena
en la que busco el tesoro
con un mapa y una antena
por esas rutas del oro.
Tu cintura es la más pura
respuesta a mis ramalazos;
esbelta y fina figura
que rodeo con mis brazos.
Tus ojos son los antojos
de mi yo concupiscente
dejando en números rojos
mi blanca cuenta corriente.
Tus dientes son los ardientes
bocados de una manzana
que me trajo una serpiente
reptando por mi ventana.
Tus piernas son las mancuernas
que sostienen bien erguidas
mis esponjosas cavernas
cuando tú les das cabida.
Tus senos son el veneno
contra los buitres patógenos
a los que niegas erógenos
conatos de desenfreno.
Y me angustio, y me da grima,
y me enfado, y me emponzoño
porque no encuentro la rima
a tu nombre de Bernarda.
NOTA:
Si no te ha gustado el texto,
no me llames a capítulo.
Aunque parezca un pretexto,
yo solo sugerí el título,
y la IA hizo el resto.