El poeta verdadero
no escribe para que lo aplaudan,
sino para que otros vean
lo que el corazón no siempre dice.
Sus palabras son viento y luz,
son lágrimas y risas,
son verdad que abraza
y calma el alma sin pedir nada.
Escucha la lluvia,
habla con el silencio,
camina por calles vacías
y encuentra belleza donde nadie mira.
Su tinta es fuego suave,
sus versos son raíces y alas,
y en cada palabra que deja
queda un pedazo de su alma,
puro y sencillo, como la vida misma.