La inseguridad,
astuta pasajera,
se delata en su mirada.
No hace falta decirlo:
se avecina una letanía.
Maestra del disfraz,
amiga de la vacilación,
disfruta de lo velado,
conjura un infierno;
es más, sus labios se inclinan
hacia arriba.
Está en su reino:
lo incierto mancilla la fe.
Pasillos estrechos
en cada esquina;
un desvío,
direcciones que tomar,
y todas misterio.
Con cada giro,
una oportunidad se va,
manchando los pies
de calamidad.
Paredes pulidas
por años de cobardía
evitan la subida;
las uñas se aferran,
pero se quedan prendidas
en la losa dura y fría.
Seguir no es soberbia:
el Minotauro
no entiende de tregua.
Sólo aguarda
que la esperanza se quiebre.
Rubén Romero Toledo © 2025 todos los derechos reservados