En la penumbra de un cuarto
se escucha un grito ahogado,
no es debilidad,
es la vida que empuja,
es un río de fuerza
que solo una mujer conoce.
El dolor arde, desgarra,
parece no tener final,
pero en cada contracción
se escribe la historia más antigua:
la del amor que sangra
para dar un nuevo aliento.
Ella tiembla,
pero no se rinde,
sabe que al otro lado del tormento
la espera el milagro más grande,
un corazón diminuto
que aprenderá a latir con el suyo.
El parto no es sufrimiento solamente,
es un puente sagrado:
donde el dolor se transforma en luz,
y las lágrimas se vuelven canto.
Porque de ese sacrificio silencioso
nacen nuestros hijos,
y no hay milagro en este mundo
más grande, más puro,
que el que regala el vientre de una mujer.