Rafael Medina

Eco de Ceniza

Me despierto en el eco de mi propio cuerpo, la carne doblándose sobre sí misma como papel que arde.

 

El aire huele a hierro viejo y a memoria quemada, y una risa que no es mía mastica mis nombres, y los escupe en la boca como ceniza.

 

Las manos se me tuercen, como ramas secas, sin atreverme a rozar el aire.

 

Los pies me hunden en una boca de tierra, un hambre oscura que mastica mis huesos.

 

Y en la pared, ojos que no son los míos me miran con el frío de la tumba, ávidos de una memoria que ya no tengo.

 

Intento gritar y la voz se astilla en la garganta, un hilo de vidrio que no corta el silencio.

 

Me miro y me disuelvo en mí mismo, efímero, invisible, un eco que el mundo ya no recuerda.

 

Y aun así, alguien espera que descubra el secreto que me destruye desde adentro, una verdad que se esconde en el horror y la nada.