Nalia

En la orilla del mar

A veces es mejor quedarse en la orilla del mar, que entrar a sus profundidades; no por miedo, no por no saber nadar, sino porque hay momentos en que es más sabio quedarse a admirar.

No hay necesidad de sumergirse cuando lo único que anhelas es su compañía, el vaivén de su oleaje, la caricia suave de su brisa y esa sensación única que te envuelve sin pedir nada más.

Desde la orilla, el mar se muestra eterno y cercano, un confidente silencioso que habla en murmullos, que te regala calma y a la vez te recuerda la fuerza que guarda en su interior.

A veces, quedarse ahí, simplemente mirando, es la mejor manera de amarlo.