Una pequeña lucha interminable
Qué pena que no estoy solo porque siempre me acompañas
a veces como una sombra, casi siempre como un ave,
una cascada bajita, nada qué ver, con ese salto del ángel.
Qué lástima que no pueda desprenderte de mi alma
como se desprende el aire ante un suspiro de amor,
como se aparta la niebla del suelo que va quedando
atrás, en las empedradas, calles hoy deshabitadas
dónde se quedó mi infancia, rezagada, enmudecida,
inmensamente perdida para siempre y poco más.
Qué horrible volver a verte para no identificarte,
para pensar que eres otra que yo apenas reconozco
y al fin para darme cuenta todo lo que envejecí.
Qué lástima y qué alivio que ya todo haya pasado
y que en este cuarto oscuro donde te quise encontrar
no pudiera estar más solo, aunque lo hubiese inventado
este poeta inclemente que resiste con ternura
en parte con su escritura y en parte con su dolor
el silencio silencioso que nos quiere exterminar.