La raíz se esconde bajo tierra,
silenciosa, fuerte, paciente;
sabe de lluvias y tormentas,
sabe de soles que la llaman.
El corazón crece igual,
entre sombras y luces,
entre dolores que enseñan
y alegrías que despiertan el alma.
Cada hoja que toca el cielo
lleva la memoria de la tierra;
cada flor que se abre
recuerda que la vida es resistencia.
Somos raíces que buscan luz,
que atraviesan piedras y barro,
que sienten la lluvia en sus venas
y aprenden del viento y del sol.
La vida florece en lo humilde,
en lo pequeño, en lo verdadero;
y lo que nace desde el corazón
siempre encuentra su cielo,
aunque nadie lo vea crecer.
Porque incluso en la tierra más oscura,
la raíz guarda su fuerza,
y el alma, cuando se atreve,
siempre florece, siempre canta,
siempre ama.