Cuando dar se vuelve
necesidad,
se transforma en un
principio universal.
El amor deja de ser idea,
deseo o emoción.
Se convierte en presencia
activa,
acción y verdad,
en cada latido,
en cada respiración.
No obsesiona.
No se posee.
No se pierde,
solo es.
Como el latir incansable
del corazón,
firme hasta el último suspiro.
O la danza de las estrellas
en un universo eterno,
en expansión,
imparable.
Agradeciendo cada
aliento que la vida
te ofrece,
se habita,
se disfruta,
se entrega,
se da.
Es absoluto,
es principio, es motor,
y más allá de la vida...
Imprescindible.
Atemporal.
Energía pura
desplegándose en el infinito:
¡Por siempre
inalterable!
Así lo siento,
así lo vivo,
y por ser un impulso
latente, eterno
e incesante...
así lo escribo.