Todo en orden, menos tu corazón.
Tu pulso acepta el látigo pactado,
mientras tu risa se oxida en hastío;
la calma es lujo que vive exiliado.
Se ofrece el mundo en vitrina y mercado,
te vende espectros de un falso albedrío;
tu pulso acepta el látigo pactado.
Tras el logro te aguarda otro mandado,
tu dogal aprieta el reloj, qué impío;
la calma es lujo que vive exiliado.
Te atrapa el día y queda desangrado,
el alma presa en su propio desvío;
tu pulso acepta el látigo pactado.
No hay tregua: es deber manufacturado,
hundido el sueño en su propio extravío;
la calma es lujo que vive exiliado.
Será el fin un bostezo programado
cuando el silencio devora el vacío;
tu pulso acepta el látigo pactado,
la calma es lujo que vive exiliado.
La Hechicera de las Letras.