En el follaje húmedo del sueño
despiertan relojes de savia lenta,
miden la sombra que se deshace
como un canto ahogado en cristal.
El río no corre: levita,
es serpiente de plata suspendida,
se peina con los cabellos del viento
y se mira en su propio abismo.
Bajo las piedras palpita un secreto,
un murmullo de raíces errantes
que sueñan con caminar
hacia la claridad de los astros.
Yo camino descalzo sobre espejos,
mis pasos son pájaros dormidos
que despiertan al roce del agua,
y se dispersan como niebla en la aurora.
El bosque me nombra con lenguas invisibles,
me dice que soy hueso, musgo, relámpago;
y yo, extraviado en ese idioma verde,
me descubro árbol que sueña con ser hombre.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025