Dos mundos respiran,
apenas separados por un muro de papel de fumar,
tan fino que un suspiro lo hace temblar.
En uno, la rutina de la vigilia,
la soledad de una luna que gobierna
el orden silencioso de la existencia.
Donde un niño y una niña de diez años
un día se dieron la mano
como quien entrega un secreto al futuro.
Y sin saberlo,
adquirieron un billete solo de ida,
hacia el reino de las dos lunas.
Allí,
dos lunas velan y llaman:
madre severa,
eco de dominio,
hija luminosa,
portavoz de la fantasía.
Ambas custodian un territorio
donde nada se olvida.
Pasaron veinte años,
cada cual, trazando su propio mapa,
cada cual ardiendo
en los fuegos que la vida impone.
Y un día el reencuentro germinó una semilla,
y se abrió de nuevo la grieta del muro.
Mirándose a los ojos,
entendieron que las dos lunas,
aunque deslumbrantes,
eran también cárcel de voces.
Decidieron entonces escapar,
y retornar al mundo de partida,
al mundo de una sola luna,
donde la semilla creciera
y donde el amor se basta
con una luz única para nombrar la verdad.
José Antonio Artés