Puedo unir palabras y desunirlas,
acariciarlas, maltratarlas, fusilarlas, trocearlas,
hasta que ya no sean palabras,
sino sólo fracciones de absolutamente nada.
Y, además,
puedo volver a juntar sus pedazos,
elaborar un puzle único con sus cadáveres
y resucitarlas.
-¿Acaso soy Dios?
Quizás sea una especie de dios en miniatura.
Y mi universal creación sea un hoja de papel que, intoxicada,
insensatamente, delira.
Allí las palabras mugirán, gritarán,
charlarán, corretearán y darán brincos.
Y soñaran con ser inmortales y
eternamente recordadas.