Razón obscena
por Wcelogan
Dame razón
desnuda del confesionario;
quiero la razón vestida de verdad,
la que huele a cama sin tender
y a sudor fermentado en tu boca—
alquimia acre
que ningún incienso purifica.
Guárdate estrellas de pasarela:
prefiero fósforo que arde en la garganta,
paladar negro,
carcajada insolente
flotando como humo hereje
en la saliva del silencio.
Dame razón coja,
la que tropieza en esquinas de asfalto,
con vidrios rotos incrustados en pies descalzos,
y aún ríe,
masticando verdades
que nadie escupe.
No vendas ternuras de santuario:
quiero razón que se toca en la oscuridad,
mientras susurra el nombre de dios,
supura lenta en baldosas frías
donde nadie confiesa,
pero todos llevan tatuada
la culpa en el reverso del alma.
Dame razón sacrílega,
que desgaje al infinito,
pise charcos de agua bendita,
y escriba mi nombre en el vaho
de vidrios empañados por miedo,
antes de borrarse en carcajadas,
ronco latido de campanas heridas.
Porque la razón que busco
es la más inútil de todas:
no salva, no consuela,
no promete paraísos,
pero quema los labios
como cigarrillo apagado en carne viva,
y me devuelve, exactamente,
a donde empecé:
buscando razón desnuda,
sin disfraces,
sin templos,
sin santuario;
solo con el hambre que deja el pecado
y la risa que rompe,
por fin, las paredes del cielo.
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Letanías de Satán
Charles Baudelaire
Oh tú, el Ángel más bello
y asimismo el más sabio,
Dios privado de suerte
y ayuno de alabanzas,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Príncipe del exilio,
a quien perjudicaron,
y que, vencido,
aún te alzas con más fuerza,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, que todo lo sabes,
oh gran rey subterráneo,
familiar curandero
de la angustia del hombre,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, que incluso al leproso
y a los parias más bajos
sólo por amor muestras
el gusto del Edén,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Oh tú, que de la Muerte,
tu vieja y firme amante,
engendras la Esperanza,
esa adorable loca,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, que das al proscrito
esa altiva mirada
que en torno del cadalso
condena a un pueblo entero,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú sabes las guaridas
donde en tierras lejanas
el celoso Dios guarda
toda su pedrería,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, cuyos claros ojos
saben en qué arsenales
amortajado el pueblo
duerme de los metales,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, cuya larga mano
disimula el abismo
al sonámbulo errante
sobre los edificios,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú que, mágicamente,
ablandas la osamenta
del borracho caído
al pie de los caballos,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, que por consolar
al débil ser que sufre
a mezclar nos enseñas
azufre con salitre,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú que imprimes tu marca,
¡oh cómplice sutil!,
en la frente del Creso
vil e inmisericorde,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Tú, que en el corazón
de las putas enciendes
el culto por las llagas
y el amor a los trapos,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Báculo de exiliados,
lámpara de inventores,
confidente de ahorcados
y de conspiradores,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
Padre adoptivo de aquellos
que, en su cólera,
del paraíso terrestre
arrojó Dios un día,
¡Oh Satán, ten piedad
de mi larga miseria!
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Oración
Gloria y loor a ti, Satán,
en las alturas del cielo
donde reinas,
y en las profundidades
del infierno en que sueñas,
vencido y silencioso.
Haz que mi alma,
bajo el Árbol de la Ciencia,
cerca de ti repose,
cuando, sobre tu frente,
como una iglesia nueva
sus ramajes se expandan.