Nada falta como me faltas.
Y me faltas como nadie, me faltas como todo.
Como la vida, como la alegría o el aire.
Tu ausencia me asfixia, me quema, me hiere.
Nadie como tu me quiere.
O por lo menos eso siento, sentí, creí, imaginé.
Y quizá ya solo eso me queda.
Quedarme resignada a seguir extrañando, necesitando.
Creyendo y sintiendo que te perdí.
Cuando claramente nunca fuiste de mi propiedad.
¿Porque, qué podría decir que me pertenece realmente?
Solo el vacío, la soledad y este inmenso dolor por tu maldita ausencia.