Carlos Baldelomar

🥣 EL PLATO

Uno supone al principio

que el mundo es esa cuchara

que una madre sopla

con la dulce armonía de los ayeres,

para que la vida no alcance 

a quemarnos los labios.

 

Y uno abre la boca

sin más protocolo que el hambre,

sin más filosofía que el llanto.

 

La vida es entonces

una sopa tibia,

un regazo que aguarda seguro,

una certeza casi redonda.

 

Pero el tiempo,

ese contratista de desengaños,

nos desliza el plato

con la delicadeza cruel, 

de quien ha aprendido a fingir 

cortesía.

 

Y uno ahí se queda,

con el frío en la boca,

con el eco de un sorbo 

que ya no existe,

buscando a tientas 

con la mirada

al extraño invisible,

al hijo de puta sin rostro

que se llevó la sopa,

la cuchara

y hasta la perra hambre

que ahora solo ladra,

pero ya no muerde.