No hay más que nubes en un horizonte de papel, mezclado con la contingencia.
Es el núcleo de los “no me olvides”,
para quedarse callado
y no gritar lo que duele.
Es el aroma de las flores asomándose en el despunte de la primavera,
y es la lluvia,
la última viajera
de mis sueños de poeta.
Con estas frases —llenas de mis miedos—
estoy intentando resistir…
porque hay una pesadez en el tiempo
y un marcado acento de incredulidad
en los ojos que aún aman los amaneceres,
pero que no se distinguen en la ciudad,
que amenazadoramente se va devorando
a los transeúntes por la boca del tren subterráneo.
Entre esos seres,
camino lleno de nostalgia y en soledad,
hacia un destino que me espera a hurtadillas,
en el andén del tiempo,
que madura los años con prisa,
tiñendo mis sienes,
y apagando los espacios
que alguna vez sintieron el calor de las promesas…