Llegó tarde el amor, llegó cansado
al pecho que esperaba su latido,
y tarde descubrió vacío el nido
con el jardín agonizando a un lado.
Llegó tarde el amor, desesperado
por revivir el pálpito perdido,
mas solo halló el suspiro ya rendido
y el beso en una esquina acorralado.
Mas fue tan dulce aún su breve fuego,
tan hondo su temblor, tan implorante,
que el eco, al recordarlo, abrió la puerta.
No importa si llegó tras largo ruego:
tras tanto divagar su pulso errante,
el corazón halló una brecha abierta.