No a esta confusa raza pido al hado
piedad por ser mojón de infausta muerte,
invisibles de sombra, nicho inerte
donde la noche fecundó su agrado.
No la carne quemada en campo arado
por la obsidiana dura, incierta suerte
de una paja de Alá —se vino fuerte—
y algún Faetón borracho por el prado.
No la palabra, no la mano, no
las sombras que hoy me obligan la disculpa
y me fingen un Cicerón. Soñó
la luz su gente extraña y pido esculpa
su errata nuevamente al barro. Yo
doy fe y gracias que en nada tengo culpa.