No sé qué creer
Y ya no sé qué creer.
Porque me he pasado toda la vida
asumiendo ideas que no eran mías.
Y nunca he llegado a saber
si en realidad asentía por mera cobardía,
por no querer enfrentar esa mirada vacía,
esas preguntas incómodas,
la decepción en sus rostros,
las respuestas inseguras,
y la traición en sus ojos.
Quizás, en algún momento entendí
qué era más fácil callar,
más fácil sonreír
que encarar la verdad,
qué empezar a dudar.