Una voz

La memoria frágil del orbe humano



La memoria se disuelve en cristales,

cuando los elefantes lloran a sus hijos.
Saltaron las langostas desde la tierra,
devoraron las mentes como el fuego
que lame las cartas y su tinta en el olvido.

A veces desearíamos olvidar,
otras veces rogamos recordar.
Nuestra voluntad es mezquina
no hemos aprendido a caminar
sin el bastón de la egolatría
o hundirnos en el denso vacío
que constriñe nuestra conciencia.

La historia es un árbol que sangra,
con raíces ensortijadas en calaveras,
sus frutos saben a espectros fríos,
en el paladar de un futuro ciego a nosotros.

Pesa la eternidad en la mano de un niño,

como la fugacidad en el aliento del viejo.

Hacia donde nos lleva caminar 
sin calles, ni direcciones, al azar,
cayendo finitas nuestras razones.

Es beber agua amarga junto a las arpias
caminando una vereda de cantos fúnebres.

Un astrolabio apunta al perdón,

para no recordar llenos de rencor,
revelando esa sonrisa oculta,
en la lección de historias repetidas.