En la mirada del otro, me veo prisionero,
mi libertad se desvanece, como un humo en el viento.
Un atributo dado, un ser que soy para él,
me define y me limita, con un poder cruel y fiel.
La mirada del otro, un peso que llevo en mí,
me solidifica, me aliena, y me hace sentir así.
Mis posibilidades se reducen, se congelan en el frío,
y mi libertad se convierte en un sueño lejano y sin brío.
En este infierno de ojos que me juzgan y me ven,
me siento atrapado, sin escapatoria ni sostén.
La libertad del otro, un conflicto que se alza,
me desafía y me niega, con una fuerza ciega y sin calma.
Mi visión del mundo, un campo de batalla fiero,
donde se enfrentan conciencias, y se disputan el derecho entero.
La mirada del otro, un espejo que me refleja claro,
me muestra mi propia debilidad, y mi libertad que se desvanece raro.