Eſcucha tú, que eſcuchas d’el rey que es un pagano
las ſennas e doctrinas que da con la ſu mano.
Oye, ca eſto es bueno; lo que digo non es vano:
ſon las buonas doctrinas pora bivir loçano
e nunqua caer muerto con trato inhumano.
Eſte enxemplo dezía Calolo Calavera,
quando andávamos ambos dvrante primavera.
Él me avía fablado con la ſv boz ſinçera:
«Eſcvcha d’esta eſtoria, ca es muy verdadera,
d’vn poeta que tvbo la lyra liſonxera.
Eſe hommen ſe llamava Don Pavlos de Xilguero,
et ſeduçia damas; ſiempre fue liſonxero,
andava con sv lyra, con canto no ſinçero,
entonando en ſu verso dicho no berdadero,
et a vna dama se llevó con vn poema entero.
Le quitava la conciencia, le qvitó la raçón,
le fizo caer sola con inmoral acción.
La dama no escvchaba los dichos de Platón:
non confiar en poetas et sv inmoral cançión,
et aſſí la dama ſola perdió ſv coraçón.
Perdía la bergvença, et luego el ſu veſtido,
la dexó aſſí el poeta ſin quedarſe dormido,
qve de noche robaba la raçón, el ſentido,
et luego ya de día ſolo avía ſalido,
et la dama ya vía: fue deſapareçido.»
Entonçes buen Calolo Calavera acavaba,
et dixo ſus raçones, et yo bien lo eſcvchaba,
et bien yo lo entendía, et bien que raçonaba:
á algún poeta nunqua oyr ſi es qve cantaba,
et aſſí yo ya aprendía lo qve ſe me enſennaba.
Oydme buona yent eſte mi redactar,
oyd esta enſeñança ſi es qve os queréis cuidar:
oyd, qve de Platón se acaba de ſacar
lo que Calolo dixo et acabo de escuchar:
en los poetas nunqua debemos de confiar.